21 de agosto de 2013.
Cd. Victoria, Tam.
Orgullosamente UAT – M.V.Z. Manuel
Martínez Arteaga
Los caballos le apasionaron desde niño tanto como el
estudio. Por eso, mientras practicaba el deporte nacional en el Lienzo Charro,
cosa que solía hacer casi todas las mañanas, quizá repasaba también una frase
que su abuelo repetía citando al poeta Elías Calixto Pompa: “Estudia y no
serás, cuando crecido, juguete vulgar de las pasiones ni esclavo servil de los
tiranos”. Esta convicción lo llevaría a formar parte de la quinta generación de
la carrera de Veterinaria y a ser en 1967 el primer estudiante de la entonces
Universidad de Tamaulipas becado para cursar un posgrado en el extranjero.
Seis años antes había regresado de Monterrey, donde terminó
la preparatoria, para pasar el verano en la casa paterna. Los Martínez Arteaga
vivían entonces en la calle 17, de modo que Manuel gastaba su tiempo libre
lazando becerros y visitando por las tardes aquel cine Alameda ubicado en la
16, “que contaba con dos áreas, una techada y otra al aíre libre”. Para
completar su rutina consiguió un trabajo en las instalaciones de la Dirección
de Fomento Agropecuario, ubicadas en la calle 19. Ahí, a un lado de los establos
y porquerizas, estaban las modestas aulas de la Escuela de Veterinaria.
“Yo dije: ‘de aquí soy’. Y ahí me quedé”, comentó
recientemente Martínez Arteaga a Radio UAT, al relatar su paso por la que
llegaría a ser, gracias al empeño de sus estudiantes y maestros, la institución
de educación superior más importante en su ramo a nivel nacional, la Facultad
de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ). “Desde el primer año fui muy
activo. Se fundó por aquel entonces la Federación de Estudiantes Universitarios
de Tamaulipas (FEUT), que agrupó a las escuelas que la universidad tenía a lo
ancho del estado. Fui parte del consejo fundador y ocupé varios cargos antes de
ser presidente en mi cuarto año de carrera”.
Como representante estudiantil, no solo gestionó ciclos de
conferencias que eminentes doctores venían a impartir a Ciudad Victoria,
también fue portavoz de las demandas de su escuela que desembocaron en la
creación del Centro Universitario Adolfo Ruiz Cortines y la construcción de la
primera facultad de la UT por parte del gobierno. “Queríamos que nos equiparan
un laboratorio, ese era nuestro propósito; la respuesta del gobernador Praxedis
Balboa fue la construcción no solamente del laboratorio, sino de la facultad
completa”.
Así, Martínez Arteaga fue el primer estudiante que presentó
su examen profesional en las nuevas instalaciones, y se aprestó enseguida a dar
el otro paso, conseguir una beca para estudiar en la Universidad de Texas
A&M, donde se había preparado su padre, el ingeniero Manuel Martínez Carrouche.
“En aquel tiempo la Secretaría de Relaciones Exteriores
manejaba ese tipo de becas. Me pidieron una carta del gobernador y fui a
solicitarla. Él me paró en seco. Dijo: ‘No te voy a dar la carta, yo te voy a
becar. Y dame los nombres de otros tres que quieran ir a estudiar’. Así, de
acuerdo con las necesidades académicas de la facultad, Ramón Ballinas, Norberto
Gutiérrez y Horacio Guerra, fueron a estudiar Bacteriología, Nutrición y
Reproducción en la UNAM, mientras yo estudiaba Cirugía y Reproducción Animal en
Estados Unidos”.
Había tenido buena preparación, al grado que la maestría se
le hizo más fácil que la carrera. Fiel a sus aficiones, orientó su tesis a la
cirugía de equinos. En agosto de 1968 ya estaba de regreso en su facultad,
integrado al cuerpo de docentes, impartiendo asignaturas relacionadas con
técnicas quirúrgicas, actividad que desempeñó durante cuatro años, al tiempo
que incursionaba en el servicio público. “Creo que mi paso como maestro fue
bueno. Yo aprendí, mis estudiantes aprendieron, algunos todavía recuerdan que
yo les enseñé a abrir un animal. Fue la mejor época de mi vida”, dice
finalmente quien dirige desde hace más de ocho años la Oficina Fiscal del
Estado de Tamaulipas.
Fuente: www.josemarialealgutierrez.com
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